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  • 18/01/2021 - 14:07  

    Uvas y viñedos de Canarias

    José María Ayaso

    Esta semana, en la sección del ‘RecoMercado’ de Locos por la Gastronomía, nos vamos a ocupar de la uva. Y queremos hacerlo por dos razones fundamentales: en primer lugar, por su relevancia comercial y social en la historia de nuestro archipiélago y, por supuesto, por la importante presencia que tiene en nuestra gastronomía.

     Fueron los europeos quienes trajeron la vid a Canarias a lo largo del siglo XV. En las memorias vitivinícolas se recoge que la primera viña fue plantada en Tenerife por el portugués Fernando de Castro, en el año 1.497. Por otro lado, unos años más tarde, en 1526, el inglés John Hill, fue quien plantó la primera viña en la isla de El Hierro. Estas memorias reflejan también que, puesto que las islas occidentales de Lanzarote y Fuerteventura fueron conquistadas casi un siglo antes por Juan de Bethencourt, se supone que el origen de sus vides, muy probablemente sea francés.

    Pero no es hasta el siglo XVI cuando el vino de Canarias adquiere calidad y prestigio, hasta el punto que desde principios de siglo comienza a ser exportado, concretamente a Madeira en 1515, a Jerez en 1517 y a Inglaterra en 1519. La alta calidad del vino dulce de malvasía, conocido como «Canarias» o «Canary» era el argumento más poderoso para asentar la exportación de esta variedad, unido a la situación geoestratégica del archipiélago que facilitaba el tránsito de navíos entre los continentes de Europa, América y África.

    Sin embargo, no todo iba a ser miel sobre hojuelas. En el siglo XVII la sustitución del vino canario de malvasía en el mercado, por los de oporto y de madeira, provoca una presión aduanera sobre el vino canario que provoca que Inglaterra abandone el mercado insular para suministrarse del mercado lusitano. Comienza la decadencia del vino canario que por diferentes motivos desemboca en el histórico ‘Motín de Garachico’ en 1666, cuando con motivo de la protesta se derramó el vino de las bodegas inglesas.

    En el marco internacional, el mercado mundial del vino sufre dos enormes varapalos con la aparición de dos grandes enfermedades aparecidas a lo largo del siglo XIX: el oídio en 1852 y el mildio en 1878. Desafortunadamente todos todos los conocedores del vino recuerdan la filoxera. Otra gran plaga producida por aquellas enfermedades que, a pesar de que las viñas canarias nunca las padecieron, sí que produjeron la muerte del sector económico internacional dependiente del vino, hasta casi las dos últimas décadas del siglo XX.  

    Hasta entonces, el vino que se producía en Canarias era fundamentalmente para consumo local y, no fue hasta 1985 que se creó la Denominación de Origen ‘Tacoronte-Acentejo’ con la intención inicial de regular la producción de vino y asegurar unos parámetros que aumentarán su calidad. Pocos años después se crearon varias Denominaciones de Origen más; además de en Tenerife, en casi todas las islas del archipiélago que fueron asegurando su presencia en los mercados y la participación en diferentes ferias donde alcanzaron diversos premios y reconocimientos.

    Parar referirnos a las variedades de uvas locales en las Islas Canarias, es imprescindible remitirnos a lo recogido en la ‘Revista Pellagofio’ del escritor y periodista Yuri Millares, quien como siempre, de forma magistralmente documentada escribe:

    “la revista científica internacional OENO One especializada en vitivinicultura acaba de publicar en su volumen 53 (número 4 de 2019, de 21 de octubre) el artículo «Caracterización molecular de cultivares locales de Vitis vinifera L. de áreas volcánicas (Islas Canarias y Madeira) utilizando marcadores SSR» (1) en el que sus autores proponen que 14 variedades y tres mutaciones cultivadas y recolectadas en este archipiélago sean consideradas “locales en las islas Canarias”, lo que antiguamente se conocía como “autóctonas”. Se trata de las variedades albillo criollo, bermejuela, bienmesabe tinto, burra volcánica, albillo forastero, huevo de gallo, listán negro, listán rosa, malvasía di Sardegna rosada, malvasía volcánica, mollar cano rosado, torrontés volcánico, sabro, uva de año, vallera, verijadiego y verijadiego negro”.

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