¿Qué se cuece?

¡Qué Leche!, el restaurante donde siempre volverías

Recién distinguido con el Bib Gourmand, y con un sol de la Guía Repsol, es visita obligada

Locos por la Gastronomía, by LUZ CAPPA

Recién distinguido con el Bib Gourmand de la Guía Michelín, -que ha señalado el ¡Qué Leche! como un restaurante de alta cocina, de gran calidad y a buen precio-; y con un sol de la GUÍA REPSOL, es uno de los sitios donde debes ir si eres amante de esos platos diferentes que emocionan. Allí encontrarás unos días a Mario Rodríguez Ureña, y otros a Jennise Ferrari (jamás un apellido hizo honor a una mujer tan completa), pues ambos chefs se alternan con el otro negocio que tienen en la calle Olof Palme, la taquería El Beso, que merece de sobra por sí sola otro reportaje.

En primer lugar, felicitar a esta pareja entrañable y trabajadora que vuelca toda su pasión en los fogones, pues Mario y Jennise, tanto monta, monta tanto, son, junto con otros jóvenes cocineros y cocineras que lo están haciendo muy bien, el paradigma de la evolución gastronómica de Gran Canaria.

Su facilidad innata para transformar el simple acto de alimentarse en toda una experiencia de amor por la cocina para el regocijo de los cinco sentidos, es algo que ambos aprendieron, entre otros lugares, en el prestigioso Basque Culinary Center, donde la pareja se conoció y se enamoró, para dar lugar a una hermosa familia tanto profesional como personal.

Su apuesta desenfadada con toques nikkei, (fusión de la cocina japonesa con la de los países que recibieron a los inmigrantes japoneses) es el sello de ¡Qué Leche!, un lugar al que ahora estamos ya acostumbrados en Gran Canaria, pero que en sus orígenes, significó un antes y un después de la evolución gastronómica en un territorio dominado, salvo honrosas excepciones, por la cocina tradicional canaria y algunas propuestas de clara inspiración francesa.

Lo más importante de ¡Qué Leche! es, sin duda, su comida. El local, situado en la céntrica calle Torres, en plena zona comercial Triana, es vivaz, pero muy pequeñito, apenas unas cuantas mesas pueden dar servicio a dos docenas de personas, por lo que es imprescindible reservar, pero su sencilla decoración pasa a un discreto segundo plato en cuanto empieza la fiesta de sabores.

Su propuesta se basa en el producto de calidad tanto autóctono como del resto del país, y en su preparación utilizan técnicas orientales para aportar frescura y sorpresa a sus platos, pensados para compartir y para disfrutar de principio a fin. Aunque el restaurante parece sencillo, la complejidad la aporta esa cocina que sorprende y que te envuelve por su originalidad y concepto, ese tipo de platos que te invitan a reflexionar y, sobre todo, a querer volver cuanto antes.

Y para que me entiendan, les voy a ir contando qué comí en mi reciente visita.

Como iba sola, pregunté si me podían hacer un menú degustación de raciones un poco más pequeñas, y empezó la jarana. Primero te traen un aperitivo de pan delicioso y recién horneado, con un buen aceite de arbequina y un bocado de melón macerado en vermut. Muy rico y refrescante para ir abriendo boca.

A continuación, el niguiri de arroz a la cubana, toda la esencia de este tradicional plato de arroz blanco, huevo frito, tomate y plátano, de un solo bocado. Muy rico y original, de esas veces que dices: “Me comería una fuente entera”.

Pero me contuve porque lo que venía merecía la pena, y mucho. Me refiero a mi plato favorito de la carta. Siempre que lo pido dejo la fase hablada y paso a la gutural, es decir, solo soy capaz de articular un “Mmmmmm”, mientras por dentro pido a Dios que no se me acaben nunca las alcachofas confitadas, huevo a 65º, callos de bacalao y harina frita. Un pelotazo de sabor en boca, nariz y oído, porque el crujiente… ay ese crujientito que se te deshace en la lengua y se pega en el cielo de la boca…

Hasta ahora estaba potenciando esos delicados sabores con un verdejo de Rueda muy fresquito, Afortunado (qué nombre tan bonito, mira, ¡cómo yo!, pensé al leerlo), pero después de la alcachofa, me trajeron una copa de Domínguez, de Tacoronte Acentejo, y reconozco que cada día me gustan más nuestros vinos canarios, ya está bien de rechazarlos porque sí, sin darles la oportunidad de presentarse, hacerse escuchar y abrirse un hueco en este maravilloso mundo del vino.

El siguiente bocado fue tremendo placer, una croqueta de tomate seco con atún rojo, cremosa por dentro, crujiente por fuera… ¡Otra fuente de croquetas, por favor!

Pienso que lo siguiente ya no puede estar más rico y me equivoco: llega el chipirón sahariano con jugo de cebolla, jengibre, tinta y queso curado y ¡boom! Vuelvo a sonreír de puro placer.

Como se pueden imaginar, ya estoy llena y yo ya pasaría al postre, pero el camarero me dice que pruebe el steak tartar de rubia gallega con ají amarillo y chips de yuca, pero quizás porque ya estoy finalizando mi experiencia, este plato no me vuelve loca… por la gastronomía. Está rico, sí, pero en mi próxima visita lo cambio por el foie micuit con millo y plátano sin dudarlo.

De postre, me hubiera comido la delicada tartita de queso, pero prefiero probar algo nuevo, como el sorbete de mango con toques de lima sobre nube de algodón, que me deja también sobre una nube y me hace pensar que sitios como este son los que me hacen apasionarme por este sector que avanza tan rápido y tan bonito.

¡QUÉ LECHE! 
Dirección: Calle Torres, 22, 35002 Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas. 
Teléfono: 607 91 78 03 Cerrado domingos.
Precio medio: 35 €