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Editorial

En la defensa de nuestra gastronomía como uno de los elementos centrales de nuestra cultura, de nuestra economía y de nuestro futuro

En todas las etapas de la historia evolutiva de la especie humana, ha habido un elemento común que define cómo se han ido produciendo los cambios desde aquellos primeros homínidos hasta lo que evolutivamente somos en la actualidad: la alimentación.

Los hábitos de caza, los de recolección y posteriormente los de siembra y conservación, fueron poniendo las primeras piedras de la actual gastronomía; lo que hoy en día podríamos llamar, nuestro patrimonio culinario. De esta forma la elaboración de alimentos y las tradiciones culturales, inicialmente enraizadas en la vida rural de los pueblos, quedaron indisolublemente relacionadas para siempre.

La Real Academia Española de la Lengua (RAE) define ampliamente el concepto de cultura como “el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo, etcétera”. En este sentido es muy interesante abundar también en lo que la RAE recoge al respecto de la expresión ‘cultura popular’, a la que define como el “conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.

Sin duda alguna, este elemento patrimonial que es la gastronomía, también se ha ido vertebrando como un componente imprescindible de comunicación cultural mediante el que se comparten las tradiciones y la idiosincrasia de pueblos y ciudades. Queda así evidenciada la importancia que la gastronomía ha tenido, y tiene, en el desarrollo cultural, social, turístico y económico.

Conscientes de todo ello, durante estos meses de cierre obligatorio motivados por la pandemia, también en el sector turístico, en la redacción de Locos por la Gastronomía decidimos hacer un esfuerzo y apostar por seguir promocionando desde la plataforma gastronómica que es nuestra web, las costumbres y tradiciones de la gastronomía típica de nuestras Islas: las Islas Canarias. Sabemos que la gastronomía es uno de los grandes factores de atracción en cualquier experiencia turística que transciende la mera necesidad de comer, para desplazar la atención de quienes nos visitan, a otros núcleos de interés que se mueven entre el ocio y el acercamiento a las particularidades de nuestras distintas tradiciones culturales. Una vinculación que significa, nada menos, que un tercio del gasto total en cualquier desplazamiento tanto local como interinsular.

Mediante este proyecto promocional que fue ‘Turismo y gastronomía canaria’, (que recomendamos recuperen para su lectura en nuestra web), en Locos por la Gastronomía quisimos también poner el foco de atención en las virtudes de las materias primas y elaboraciones propias de cada una de las islas de nuestro archipiélago. Destacamos las grandezas culinarias de los productos procedentes de nuestra caza y de nuestra pesca; de nuestros campos y ganaderías. Así fueron cogiendo protagonismo en los párrafos de nuestros textos, entre otros, productos como el cherne, las viejas, la carne de cabra o de conejo. Guisos como los potajes, la ropa vieja, el sancocho y las consabidas papas arrugadas con mojo; el gofio, el frangollo y el bienmesabe; la excelencia de todos los quesos isleños, los plátanos, los aguacates o las mieles.

En el caso de las Islas Canarias, la gastronomía se viste con diferentes trajes típicos, en ocasiones adaptados a la cocina a la altura de las estrellas Michelín. En otras, como representantes de las más cercanas tradiciones populares. Pero siempre, emergiendo desde sus orígenes para seguir reforzando, desde las características de cada uno de los rincones y pueblos, nuestro patrimonio cultural culinario, en gran parte, soporte de la economía del sector primario y de la industria turística de nuestro archipiélago.

Una humilde aportación la nuestra, pero con una gran conciencia de la defensa de nuestra gastronomía como uno de los elementos centrales de nuestra cultura, de nuestra economía y de nuestro futuro.